15 marzo, 2016

Patrimonio

La Iglesia

La iglesia es del estilo gótico tardío de mediados del siglo XVI. Es obra de Martín de Miteza, arquitecto del arzobispado de Zaragoza, que fue contratado para la obra en 1563.

La iglesia tiene una nave, que articula cinco tramos, y capillas entre los contrafuertes que dan a mediodía. La bóveda que cubre la nave es de crucería estrellada. Entre la bóveda y la moldura corrida de la que parten las crucerías se abren óculos o tragaluces circulares. 
Se conserva parte del retablo mayor, del último tercio del siglo XVI, con pinturas y tallas. Es obra del pintor Jerónimo VicenteVallejo Cosida (circa 1515-1592). El retablo está adornado de relieves de madera, con temas renacentistas, y columnas abalaustradas, de orden jónico.

Es de destacar la escultura de la Virgen del Capítulo, imagen románica del s. XIII tallada en madera, que se halla en una hornacina del retablo. 
Se halla también en la iglesia un coro elevado en los pies de la nave, sobre madera, con sillería de nogal y órgano.
El órgano histórico, que es de principios del siglo XVIII, fue restaurado en 1991.

Junto a la iglesia se yergue una torre mudéjar (siglo XVI), de planta cuadrada y remate octogonal.

Además, en su interior podemos contemplar:

  • un Santo Cristo crucificado (210 cm. x 166 cm.),
  • la tabla de San Benito y San Bernardo (1566),
  • la tabla de la Anunciación (1566),
  • el tema de la Epifanía o Adoración de los Reyes (1566),
  • la escena del tránsito de la Virgen (1566).

“La iglesia es del estilo gótico tardío de mediados del siglo XVI. Es obra de Martín de Miteza, arquitecto del arzobispado de Zaragoza, que fue contratado para la obra en 1563.

La iglesia tiene una nave, que articula cinco tramos, y capillas entre los contrafuertes que dan a mediodía. Se conserva parte del retablo mayor, también del XVI.

La bóveda que cubre la nave es de crucería estrellada. Entre la bóveda y la moldura corrida de la que parten las crucerías se abren óculos o tragaluces circulares.

Descendiendo el valle, Trasobares prosigue aumentando el volumen patrimonial de la comarca. La fabricación de la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción fue encomendada a Martín de Miteza en 1563, arquitecto del que por entonces era arzobispo de Zaragoza don Hernando de Aragón. Un encargo de tal relieve obedecía a que debía reemplazar a la del cenobio femenino de damas aristocráticas allí establecido. Los patrones vuelven a ser los del gótico tardío, que don Hernando ya había procurado para la última ampliación de la Seo de Zaragoza. La obra se llevó a cabo en piedra y el resultado fue un templo de una nave dividida cinco tramos, cubiertos con bóvedas estrelladas, y capillas entre los contrafuertes. Los nervios del abovedamiento parten de ménsulas figuradas con cabezas de angelotes, bajo las que discurre una moldura y, en un registro inferior, se abren diversos vanos para la iluminación. Ésta aumentó al eliminar las capillas del lado del Epístola, que enlazaban con las dependencias del monasterio. Los paramentos interiores se revisten según el ya visto more romano, recreando hileras de sillares. Con torre campanario mudéjar, el reciente acceso lateral se integra en una renovación del paisaje urbano.”

Rafael Yuste (“Arquitectura religiosa”, en J. Hernández, J, Millán, A. Serra, Comarca del Aranda, Zaragoza, Gobierno de Aragón, 2001, p. 173)

“El templo actual es una fábrica renacentista erigida a partir de 1563 por Martín de Miteza, maestro de obras del arzobispo Hernando de Aragón (1539-1575). Se contrató poco antes del 5 de marzo de 1563, día en que Salvador San Juan, mercader de Zaragoza, suscribió una escritura notarial respaldando a maestre Martín ante la abadesa Leonor de Rueda, en la que se encartó un trasunto de la capitulación. De acuerdo con ésta, debía construirse en dos años y, en efecto, todo indica que se respetaron los plazos y quedó lista para comienzos de 1566.

Por lo demás, este notable edificio se atiene en líneas generales a lo pactado. Dispone de una sola nave dividida en cuatro tramos más el correspondiente a la capilla mayor, todos cubiertos con bóvedas de perfil muy rebajado cuya plementería imita, según prescribe la capitulación, el diseño de los nuevos cruceros del refectorio (1548-1551) del monasterio de Veruela. Marca el arranque de la cubierta un entablamento de yeso que incorpora las ménsulas, decoradas con querubines.

Una reciente restauración, tan necesaria como poco respetuosa, ha desvirtuado el aspecto original del monumento. Ha suprimido las características capillas laterales -mencionadas de forma explícita en el contrato- y también ha modifica- do la zona del presbiterio. De aún más desafortunada cabe calificar la reconstrucción del coro; emplazado en alto, en el tramo de los pies, se ha variado radicalmente su trazado y morfología.

Alguna de estas actuaciones ha tenido secuelas inmediatas. Así, la desaparición de las capillas hornacina ha obligado a buscar nueva ubicación a los restos des- conexos de los retablos instalados en ellas hasta la intervención; para esta finalidad se ha habilitado una pequeña sala en el lateral de la Epístola39. Tan sólo permanece in situ el magnífico retablo mayor, encargado en enero de 1566 a Jerónimo Cósida; tal y como expresa el contrato, se trata de un regalo del arzobispo Aragón -a quien representó en la firma fray Antonio García, su auxiliar y vicario general-, que aportó las 300 libras invertidas en su realización.”

Jesús Criado Mainar (“Las artes plásticas en la comarca del Aranda en la época del Renacimiento”, en J. Hernández, J, Millán, A. Serra, Comarca del Aranda, Zaragoza, Gobierno de Aragón, 2001, p. 188-9)

 

Retablo mayor de la iglesia

“El retablo de Trasobares presenta una traza acorde con lo que en esas fechas se estaba haciendo en la capital aragonesa -a la manera del retablo titular (1565-1567) de Perdiguera- pero que, en cierto modo, resulta innovadora en el contexto de la producción del pintor. Recurre al uso del orden gigante para unificar los dos niveles inferiores del cuerpo a la par que incorpora dos calles suplementarias de relieves en los laterales, no previstas en el contrato. Tanto las proporciones como el efecto general destacan por su armonía y se integran de modo perfecto en la arquitectura de la capilla mayor. La talla de la Virgen que ahora preside el mueble data de 1794, pero la titular renacentista aún permanece en el templo.

Lo más interesante del mueble son las tablas. Las del cuerpo narran un completo ciclo mariano -Anunciación, Nacimiento, Adoración de los Magos, Resurrección, Ascensión, Pentecostés y Dormición de María- presidido en el ático por el Padre Eterno. La única pintura conservada del banco representa a San Bernardo y San Benito. Algunas de ellas, como la Epifanía y la Anunciación, son espléndidas y figuran entre lo más sobresaliente de la producción de Jerónimo Cósida. El artista se decanta aquí por composiciones rotundas y bien asentadas, en las que consigue equilibrar figuras y espacio con un efecto más monumental que en Calcena. Además, la reciente limpieza ha restituido toda la intensidad original al vibrante y luminoso colorido de estos paneles, fundamentales para el estudio de su etapa madura.

La obra dispuso de puertas de lienzo, añadidas unos años después (ha. 1580-1590). Pensamos que las financió una abadesa de la familia turiasonense Muñoz Garcés, cuya heráldica acompaña a la representación de la donante, retratada en la parte baja. Enajenadas hace unos años, las fotografías antiguas permiten constatar que incluían episodios marianos vinculados al dogma concepcionista: Abrazo ante la Puerta Dorada -con el retrato genuflexo de la abadesa-, Inmaculada Concepción y Natividad de la Virgen en el lado del Evangelio, y Anuncio a San Joaquín, Árbol de Jesé y Asunción de María en el de la Epístola.

La renovación del templo monástico y su ajuar litúrgico se completó con la construcción de un órgano, un elemento fundamental para el desarrollo del culto que en Aragón cobró una gran importancia a partir de las décadas finales del siglo XV. Confiado en 1573 a Guillaume de Lupe, un destacado organero francés con taller en Tarazona, su estado actual obedece a las reformas introducidas en el siglo XVIII, si bien la caja y la cañutería mantienen elementos muy significativos del instrumento original.

Entre los valiosos restos de retablos restaurados en fecha reciente y recuperados para su instalación en la sala-museo anexa al templo sobresalen una lnmaculada -74 cm- y una Coronación de la Virgen de considerables dimensiones -184,5 x 152 cm- que, con certeza, proceden del retablo que en 1605 estaban haciendo para Trasobares el escultor Juan Miguel Orliens y su cuñado, el ensamblador Beltrán de Iribarne. Estas piezas muestran las características formas clasicistas algo blandas que definen el estilo temprano del artífice oscense, cuando todavía estaba muy preocupado por crear imágenes contenidas y de proporciones correctas, ajenas en parte a los excesos en clave heroica de otros maestros de su generación.”

Jesús Criado Mainar (“Las artes plásticas en la comarca del Aranda en la época del Renacimiento”, en J. Hernández, J, Millán, A. Serra, Comarca del Aranda, Zaragoza, Gobierno de Aragón, 2001, p. 189-192)

 

Torre de la iglesia

Construcción original del siglo XVI.
La torre exenta de la iglesia fue construida en el siglo XVI y se situa a 10m. de la misma. Se reforma en el eaño 1989.
El 23 de octubre de 2002 se publicó en el BOA la orden de 30-09-02 del Dpto. de Cultura y Turismo por la que se declara Bien Catalogado del Patrimonio Cultural Aragonés.

 

El órgano

El órgano de Trasobares es del primer tercio del siglo XVIII. Hubo antes un órgano construido por el organero Guillaume de Lupe hacia 1573. El actual tiene un mueble de estilo renacentista que originalmente era plano y sin relieves, como era propio de los siglos XVI y XVII. En una época posterior se añadió las molduras decorativas, se pintó la fachada y se añadió los ángeles músicos y más juegos de trompetería.

Entre 1987 y 1991 los organeros Claudio y Christine Rainolter restauraron el instrumento, por encargo de la Diputación de Zaragoza. El órgano se exhibió en la exposición “Órganos históricos restaurados”, realizada en el monasterio de Veruela en 1991.

“Con gesto decidido, el organista abrió las troneras y el aire entró con una energía insuficiente. Movió las palancas y, tras un crujido de madera astillada, el mecanismo empezó a insuflar bolas de aire que iban hinchando el colchón. Un aspa calentaba el flujo con palas enormes y lo percutía en bocanadas dentro de la piel que, poco a poco, crecía, como un globo negro, como el pulmón oscuro de un animal muerto. Cuando estuvo repleto, el padre organista Salgado taponó las entradas y palpó la tensión de la piel, “la piel del aire”, pensó. Ajustó sin ruido la puerta y abrió la trampilla de acceso al balconcillo del órgano. Sus ojos, en la oscuridad, supieron medir la altura hasta el suelo de la capilla. Dejó pasar al niño cantor y le indicó el lado izquierdo del banco.

–Quieto y escucha.

Allá, colgado como un pájaro oscurísimo entre un bosque de tubos metálicos, el organista, con los párpados cerrados, se hizo crujir los huesos de la mano derecha, uno a uno, contra la palma sudorosa de la mano izquierda Luego, la izquierda presiono contra la derecha. Sonaron los huesos. El organista abrió los ojos, se remangó y recorrió con la vista el teclado, ligeramente iluminad por un farol clavado en el pecho lateral. Buscando la concentración, hundió las manos en el marfil y surgieron, primero someramente, con mansedumbre, y luego con magnificencia, las primera notas, los bajos del doble juego, que restallaron en la nave construyendo un círculo oscuro y tenso, una escalera de luz oída, un viento con olor de Dios

El niño había permanecido callado. Inmóvil –el horizonte de las bóvedas, arcos de piedra que cerraban el mundo para levantar otro mundo–, Jean-François aguantó la sesión de pie junto al banquillo, con la vista sobre las manos del músico.”

Fernando del Castillo Durán (El organista de Montmartre, Montesinos, 2005, p. 41-2)
(fragmento novelado sobre el órgano de Notre Dame de Paris, como ilustración literaria)

 

Portalada

Data de 1621.
Entrada del antiguo monasterio cisterciense de Trasobares. Enmarcada por dos columnas adosadas al muro de orden dórico. El cuerpo superior alberga bajo un envolvente en forma de españada el escudo de Trasobares.

 

Monasterio Cisterciense

La fundación del monasterio de monjas Bernardas data del año 1152 (en los tiempos de San Bernardo).
Originariamente el monasterio estaba situado entre Luceni y Alcalá de Ebro, pero fue trasladado a la izquierda del río Isuela para alejarlo del peligro de los sarracemos.
En 1188 el rey Alfonso II de Aragón había dado a Dª Toda Ramírez (abadesa de Tulebras) el señorío de Trasobares, Tabuenca y Aguarón.
De lo que fue el convento destaca la portada renacentista a su recinto, situada en la plaza Mayor de Trasobares. 
En esta fachada se lee la siguiente inscripción en bajo relieve: "Trasobares mandó construir año 1621". Si la inscripción declara la fecha de 1621, otras fuentes datan la obra en 1531.
La portada tiene una base de piedra sillar y en su centro se abre un arco triunfal enmarcado en columnas. Sobre la base hay un ático y una espadaña, construidos con ladrillo. 
Ornamentalmente, la portada presenta una estructura de iglesia vignolesca, esto es un arco triunfal enmarcado con medias columnas y pilastras de ladrillo. Dos tragaluces circulares, con nervios cruciformes, dan servicio a unos locales en los bajos. 
El arco da acceso al pasadizo de entrada al convento. El pasadizo tiene un recorrido en quiebro, por lo cual se supone que pudo tener un bastión defensivo. En el interior del recinto queda la plaza conventual, actualmente plaza Violante de Luna, en honor de una abadesa. La plaza conventual ha quedado disminuida y desfigurada por la ocupación de parte del solar de una casa de nueva planta, en el siglo pasado.

 

Ermita de San Roque

Es una glesia de una nave con contrafuertes al exterior, de sillar irregular, planta rectangular con tribuna a los pies sobre soporte de madera y presbiterio recto. Al interior se cubre con bóveda de cañón en el presbiterio con arcos fajones adornados con lacerías geométricas de inspiración mudéjar, y el resto cubierta plana. El altar mayor se adorna con un retablo barroco clasicista de madera dorada, con un cuadro de la Crucifixión, flanqueada por San Miguel y San Roque.

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